Hoy he leído un artículo en un blog sobre alimentación y gastronomía de un conocido periódico del país, hablan sobre el colágeno de un modo bastante didáctico y humorístico. Copypasteo por aquí:
Colágeno: dejando en el tintero decenas de suplementos (equinacea, glutamina, selenio, espirulina, ginseng, picolinato de cromo, hidroximetilbutirato, vitaminas varias y otros compuestos de nombre aún más exótico e impronunciable) no me resisto a comentar la jugada de uno de los que más pegada comercial está teniendo en los últimos años. Me refiero a los suplementos de colágeno, en sus diversas variantes o combinado con otras sustancias (la más clásica el magnesio). El colágeno es una proteína y como tal, una vez ingerida con los alimentos, o suplementos, es troceada en sus partes constituyentes –los aminoácidos– para que estos y no la proteína sean absorbidos uno a uno en la mayor parte de los casos.
Suponer que estos ladrillos tengan memoria y recuerden que una vez formaron parte de una estructura superior, una proteína llamada colágeno, es como pretender dotar de vehículos a una tribu indígena tirándoles todas sus piezas desde un avión y esperar que caigan montados. Los aminoácidos constituyentes del colágeno son la glicina y la prolina, ninguno es esencial y se pueden obtener tanto a partir de síntesis endógena como con otras fuentes alimentarias proteicas. Así, si alguien manifiesta una clara deficiencia de colágeno (por el estado de sus articulaciones o por el aspecto de su piel) habrá que tener en cuenta por qué no se produce ese colágeno necesario por parte de sus fibroblastos –la mayor parte de las veces es por cuestiones genéticas, la edad y factores ambientales como el tabaquismo– en vez de aportar unos suplementos innecesarios, por lo que siempre serán carísimos cuesten lo que cuesten. Tienes más datos sobre el tema en este artículo.